sábado, 1 de mayo de 2010

Miguel Ángel Sanz Chung, la voz de la manada


Es sorprendente cuantos poetas de talento han aparecido recientemente en el Perú, y entre los jóvenes que tienen una obra que se nota en proceso de consolidación está, Miguel Ángel Sanz Chung, quien participó en uno de los grupos más nombrados entre los muchos que surgieron a comienzos de milenio, Sociedad elefante.
Nuestro poeta nació en la ciudad de Lima en 1979 y cursó la carrera de Literatura en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, homologando su título en la Universidad del País Vasco, en España, donde actualmente reside.
En ¡oh, palabras vírgenes! damos una muestra de dos de sus tres libros; los poemas "Tortuga" y "Cisne" corresponden a La voz de la manada (Sociedad Elefante Editores, 2002) y el poema "Rey del universo" corresponde a su último libro, Paciente 164 (Lustra editores, 2009). Dentro de pronto daremos una muestra un poco más extensa del que es para muchos, hasta ahora claro, su mejor libro, Quién las hojas (Editorial Zignos, 2007).



TORTUGA

Cuando exigen de mí
aquella muestra de grandeza,
con la mirada jadeante
y las patas sudorosas,
hurgando entre mis ropas
como si escondiera adrede
la materialización de mi talento,
no puedo más
que abandonarme
a los aullidos,
a la sorna de las Hienas,
a las fauces abiertas que muestran,
con cavernarias sonrisas,
agudas estalactitas
hambrientas de carne.
No puedo más
que bajar la cabeza,
pero sin conformismo, sin rendición,
sino, más bien, con la paciencia
que les tenemos las Tortugas
a la ansiedad de las bestias.
Bajar la cabeza
para dejar caer la mirada
sobre mis manos, mis pies,
o alguna parte de mi cuerpo
que represente físicamente
el instrumento de mi esperanza.




CISNE

Ahora que el cuerpo yace tendido,
inerte tras la salvaje tortura,
todos se miran absortos,
desnudos y deformes,
cada uno ve en el otro
el reflejo vacío de su mirada,
de su malicia.
Cuando tuvieron la oportunidad,
posaron sus estériles patas
sobre el interminable cuello
y apretaron con todo su odio
hasta estrangularlo.
Enajenados, como las peores bestias,
no dudaron un segundo
hasta acabar con el último hilo de aire,
que ahora perfora sus oídos
como el silbo de una flecha
que nunca termina por llegar.
Las plumas,
que aún flotan sobre sus cabezas
como testimonio de la violencia,
una a una se posan sobre sus cuerpos,
como las ardientes esquirlas
de una vida silenciada.
A pesar de ello,
no esbozan ni una mueca
de arrepentimiento.
El mundo seguirá su curso
como lo ha hecho siempre,
y el paisaje, apenas si ha sufrido
una leve transformación:
en un paraje discreto
un Cisne negro yace tendido
en medio de todos los Cisnes blancos
que lo mataron.




REY DEL UNIVERSO

Solo es rey del universo
el que pierde la memoria;
el que construye su propio andamio
y cuelga de lo más alto una guillotina,
el que tira de la cuerda con sus manos
y abandona la cabeza sin remordimientos;
el que camina sin temor hacia un abismo
y se detiene sobre sus talones al borde del precipicio,
el que se afila los cabellos como la punta de una lanza
y se lanza como una flecha hasta perderse en el vacío;
el que consigue un revólver por sus propios medios
y lo carga silenciosamente en el fondo de su cuarto;
el que se traga el cañón hasta arañarse el paladar con el acero
y jala del gatillo mirando hacia la pared;
el que camina lentamente hasta el espejo del baño
y bebe cada sorbo de su mirada,
el que se libera de sí mismo con un solo parpadeo
y olvida que es el rey del universo.

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