sábado, 15 de mayo de 2010

José Agustín Haya de la Torre, canto desde la Herrumbre

Sin duda otra de las voces maduras dentro de la poesía peruana jóven es la de José Agustín Haya de la Torre. El control del silencio es una de sus virtudes, tanto lo que se dice como lo que queda explícito que se calla. Desde ahí se convierte el silencio en poesía.
Haya de la Torre estudió Literatura en la Universidad San Marcos de Lima y ha sido miembro del comité editorial de la revista de política-cultural "Distancia crítica".
Participó también en el histórico grupo de creación literaria de la generación del 2000 en Perú, Sociedad Elefante.
Hasta el momento ha publicado dos libros, Canto de la Herrumbre, de donde compartimos estos dos poemas y, Nocturno del Alba, libro del cual tendremos pronto algunos textos, además de una prometida entrevista con el autor, tanto de su poesía, así como poesía peruana.


(imagen: Lirios Malva de Monet)

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Regreso al sepulcro

De mi vientre enhiesto
De mis manos en posición yugular
Del nimio parpadeo sobre tus senos
De querer decir silencio para mí y no poder callarlo reiteradamente
De mi voraz muerte harta de nacer
De mi sexo en jaque
De mi hipermetropía cuaternaria
De mi juntapalabras y mis no
De mis cálculos en los riñones
Del silencio vívido y recurrente
De mi inquebrantable creencia en la poesía
De mi cadáver y sus fauces vertiginosas
Del silencio que no llega y se torna desesperado y del cual no puedo hablar
Del vacío intestinal de mi ansiedad
De la vacuidad de las gentes y su nunca escuchar
De mi vejez prematura que huye ya de un geriátrico
De la condena a vivir y dar constancia al suicidio y al suicida
Del silencio que acontece y no
De mi reiterada creencia en la poesía
De mi amor desenfrenado de los colmillos que no tengo del elefante que fui
De mis extremidades que a veces no proyectan mi sombra
De mi constante adjetivización y querer silencio y silencio
De sólo escribir y echarme a morir
Y decir Amor

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Alguna vez...

Alguna vez
a la muerte encontré
sentada frente a mí
descorazonada

En ella me reconocí

Siempre hemos sido
los mismos
siempre
los que del fuego hemos cuidado

Ve y ama
terminó diciéndome

Y me eché a morir
Amándola






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