viernes, 23 de abril de 2010

Entrevista a Víctor Ruiz Velazco: la palabra en el tiempo


23 de abril, día del libro. Qué mejor celebración que con la prometida entrevista a Victor Ruiz Velazco, artífice desde Lustra editores de importantísimos poemarios, tanto para el público peruano como para cualquier hispanohablante. De muestra algunos botones: el Ptyx y Habitación en Roma de J.E. Eielson, Memorial de Casa Grande y Nudo Borromeo de Rodolfo Hinostroza, la poesía completa de Oscar Hahn, La palabra en el tiempo, antología de Washington Delgado, la colección de poesía joven Piedra/sangre, y un larguísimo etcétera.
Y en lo que le tomamos la palabra al poeta y editor es en que, este año al cumplirse el lustro de Lustra editores será tomado como un nuevo aliento para seguir bregando en esta "batalla siempre que ganada" que es la publicación y la creación de poesía.




Primera parte


- Se dice que la etapa universitaria marca lo que será la vida del escritor ¿crees que esto es cierto? ¿cómo fue tu paso por la Universidad Villareal?
Si bien estudié Literatura, descubrí muy pronto que la carrera no me formaría como escritor. Sin embargo la crítica literaria me entusiasmó mucho en los primeros años. Sobre todo porque básicamente en la carrera te enseñan a “leer” e “interpretar” y te dan todas las armas para ello. Estudiar y leer no solo textos literarios, sino Historia, Filosofía, Sociología, Antropología; en fin, las ciencias humanas y sociales sobre todo, y haciendo una hipérbole en torno a la semiótica: el mundo. Todo esto ha sido fundamental para mi proceso de aprendizaje, no solo como profesional, sino como creador, mi profesión que no requiere de título. Después la crítica y teoría me entusiasmó cada vez menos hasta finalmente serme útil solamente para empezar a hablar de ello cuando estoy inmerso en una conversación tediosa. Aunque a veces es cierto que puedo entusiasmarme aún mucho. Esto en el tema de lo que la Universidad me dio. Pero hay un elemento no cuantificable que también en ese momento la Universidad podía ofrecerme y que la especialidad viene dejando de lado, y es que contar con verdaderos creadores como Wáshington Delgado u Oswaldo Reynoso era no solo un privilegio, sino la justa contraparte que toda carrera de especialidad debería tener. De hecho fue Wáshington el primer director de la escuela de Literatura y quien junto a Oswaldo y a otros Maestros, así con mayúscula, organizaron la primera currícula de la escuela. En una conversación con alguno de los dos aprendía más que en un semestre entero de Interpretación de Textos (cuando terminado el semestre y habiendo pasado de moda en moda como habitualmente se pasa por de la Pragmática a la Narratología y a la Estética de la recepción, hasta creerte un “verdadero lacaniano” te dabas cuenta de que habías pasado un semestre entero sin leer una sola novela o un solo poemario). Y cuando digo que “aprendía más”, me refiero a algo que no solo sirve para pasar el curso, sino en muchos casos aprendizajes de vida.

- ¿Cuáles fueron tus lecturas más frecuentes en la etapa universitaria?
Creo que si hay algo en lo que inicialmente coincidimos todos que ingresamos a finales de los 90s y que estudiamos en los primeros años de los 2000 (Literatura, digo) es que en la Universidad es donde descubrimos finalmente la importancia de la tradición poética peruana. Algo de lo que probablemente solo algunos habíamos tenido “sospechas” en el colegio. Insisto una vez más que esto se debió probablemente no a cursos de la carrera en sí, de hecho lo que menos se lee en Literatura es Literatura propiamente dicha, sobre todo en los primeros años. Lo que se lee básicamente es ciencia sobre la literaria, crítica, teoría. De todos modos, con una tradición tan importante y fuerte como la peruana, es imposible, si es que no se leyó ya en el colegio, dejar de leer en la Universidad a autores como Westphalen o Martín Adán, la generación del 50, nuestros grandes clásicos (Eielson, Varela, Romualdo, Delgado, Sologuren, Miranda, Bendezú; en fin, podría salir un equipo de fútbol con todo y suplentes de esta generación). Estos son los poetas con los que se inicia un sentido de pertenencia, un sentido de “Tradición” pues es con ellos que Vallejo está ya plenamente interiorizado y como decía Arguedas, otro genio dicho sea de paso, Vallejo es principio y final… pero más principio, desde luego. De los sesentas, sobre todo a Hinostroza y a Cisneros, pero también, qué duda cabe, a Martos, Corcuera, Ojeda, Curonisy, Calvo, quien escribe, y no para pocos, el poema más precioso de la poesía peruana: Nocturno de Vermont (el más precioso, no el mejor ni el más importante). De los 70s, Watanabe y Verástegui, principalmente… Después a los clásicos universales, desde luego: Rilke, Pound, Eliot, Trakl, Kavafis, Celan… lo que te lleva a Dante y después a hacer un recuento de toda la poesía universal. Aquí si debo ser justo y decir que desde literatura griega, pasando por el medioevo y los románticos, hasta las vanguardias finalmente en séptimo y octavo ciclo de carrera los terminas leyendo, afortunadamente, si es que no los leíste fuera de la Universidad.

-¿Cómo fueron los primeros recitales? ¿Con qué poetas jóvenes te relacionabas en ese entonces? ¿Cómo ves pasados algunos años ese “boom” de grupos que hubo en el 2000?



Digamos que todo se fue “haciendo” de una manera casi espontánea. En la Villarreal había un grupo poético, al mismo tiempo en San Marcos, Católica y la De Lima se habían formado grupos o colectivos y cada quien quería ejercer su “localía” y, por qué no, “medirse” con los otros, por lo que organizábamos recitales y encuentros, algunos de los cuales duraron casi cuatro horas. De todos modos ahora me parece increíble que hayamos podido hacer esto posible en esos años. Al comienzo era bastante serio esto para nosotros. Literalmente éramos escuadras conformadas por poetas (todos menores de 21 años probablemente) que se “enfrentaban” a otros. Demasiado jóvenes, demasiado ego… en fin, todos hemos tenido 19 ó 20 años alguna vez. Ahora que recordamos esto nos da risa y hasta algo de pudor, sino bastante. Muchos de mis antiguos “adversarios” de esos años son ahora amigos entrañables con los que he crecido. Creo que el asunto pasa por haber vivido esto que tuvimos por nuestro lado, juntos finalmente, y habernos reencontrado muchos años después. Con más kilos, más años y un poquito más tranquilos ya. El tema de los grupos duró un año o dos. Fue intenso, pero fue bastante efímero. Como el final de “La guerra de los mundos”: un buen día simplemente todo se acabó. No más Sociedad Elefante, no más Taller de la de Lima (que nunca fue un grupo, sino más bien el taller que dirigía el maestro Renato Sandoval), no más Coito Ergo Sum, no más Colmena, no más Cieno… De repente empezamos a publicar libros y olvidamos las plaquetas. Ese fue el salto de hacer talleres de poesía a empezar a hacer poesía en serio.

-¿Frecuentabas algunos poetas mayores en esos años?
Sí, siempre tuve la idea de hacer una revista de poesía. De hecho tenía material para los primeros 5 números. Esto ya en tercer año de carrera, cuando decidí inscribirme en el mínimo de cursos permitidos para poder matricularme, algo así como un año sabático que tomé en 2001 y en el cual me dediqué a conocer a todos aquellos poetas que había leído. Para ese entonces Wáshington Delgado ya no estaba en la Universidad y yo iba a visitarlo frecuentemente, recién fuera de la Universidad es cuando inicio mi amistad con él. Por el mismo tiempo conozco a Rodolfo Hinostroza, a Cisneros, a Watanabe y soy un frecuente “paracaidista” en sus casas. También tuve mi tiempo de acosador esperando a Romualdo en la puerta de su casa ya que él no recibía a nadie y solo salía de su casa a almorzar a las 12:30 p.m. Finalmente lo conocí gracias a Alessandra Tenorio, quien trabajaba por esos años organizando las actividades culturales de la Noche de Lima y logró juntar por última vez en un recital a Romualdoy a Wáshington, una noche inolvidable. En 2002 la De Lima organiza un encuentro de escritores llamado “Qué hacer con la literatura”, ahí conozco a Humberto Ak´Abal, Óscar Hahn, entre otros y entablo una amistad epistolar con ellos, sin saber que algunos años después terminaría publicándoles, ya no entrevistas sino, libros, más de uno en algunos casos, con mi sello editorial.



- ¿Crees que esta década fue un renacer de la poesía luego de los noventas?
Siempre pensé eso, sabes. Pero ¿cómo podría pensar seriamente esto con autores como Ildefonso, Irigoyen o Lucho Chueca o Christian Zegarra, por nombrar a algunos de los más importantes nombres de estos años? Importantes y conocidos. Es cierto que no hay una línea de continuidad, ni del tipo de influencias, en el sentido de que leyeran en los 90s lo que empezamos a leer en los 2000, ni mucho menos que nosotros los leyéramos a ellos. De alguna manera la obtención del Copé por parte de Miguel en 2002, si mal no recuerdo, reivindica un poco esta generación llamada perdida y hace visible, al menos para nosotros (los del 2000) a un autor como él. Creo, sin embargo, que a grandes rasgos, pocos consiguen el nivel de Miguel, pocos consiguen materializar una propuesta que pase de ser enunciativa o de contexto, a desarrollar un corpus poético reconocible en un concepto de Obra o que apunte a ello. Por eso hablaba de Irigoyen también, quien la tiene muy clara en un comienzo, o desde el comienzo.
Si se critica que en el 2000 hay demasiado “academicismo”, en lo que he leído de los 90s me parece que el discurso marginal o de voces que intentan ser marginales en un lenguaje casi de tipo transcripción de una conversación en el Quilca de los 90 ó en La Parada de los mismos años, es análogo a la idea de Stendhall de salir a pasear con su espejo a través de las calles para retratar la realidad. Creo que el asunto pasa por la manera en cómo cada grupo o generación o promoción, asume su momento y contexto, la diferencia entre 90s y 2000s, principalmente está, creo, en que mientras cuando lees a alguien del 2000 hacia delante, obviamente cuando digo esto me refiero a autores como Bruno Polack, Miguel Ángel Sanz Chung, Romy Sordómez, José Agustín Haya, Andrea Cabel, Miguel Malpartida o Paul Guillén (sobre todo en su primer libro), conectas inmediatamente esta lectura en diálogo con generaciones de los 50s o 60s, sobre todo; mientras que al realizar esta misma operación con muchos de los autores de los 90s encuentras más bien mucho del 70 en su versión Hora Zero y 80s, también en su versión Hora Zero, entiéndase el mismo Hora Zero o Kloaka: una línea de continuidad más o menos evidente que va de los 70s a los 90s, siguiendo una misma vertiente. Me parece que hacer una cartografía allí es hasta cierto punto bastante sencillo, salvo algunas excepciones, como ya dije. Y ojo, no se trata de qué es mejor o peor. No estoy valorando aquí la importancia o no de esta poesía, solo estoy tratando de contextualizar o de dar ciertos vectores por donde se desarrollan las últimas promociones de la poesía peruana. Son procesos distintos, son formas de abordar la tarea de inscribirte, concientemente o no, dentro de una tradición. Entonces digamos que siendo que el comienzo del 2000 implica no solo un fin de siglo, sino también de milenio, esta relectura de los clásicos fundamentales era algo más o menos predecible hasta cierto punto. Entonces releemos el “Todo”, lo sintetizamos, dialogamos con ellos, y en muchos casos, con autores con los que nuestros “ellos” también dialogaron. El hecho que tanto los 50s como los 60s te abran puertas a la poesía inglesa (Eielson-Hinostroza-Cisneros), francesa (Sologuren-Varela-Hinostroza), española (Delgado-Martos), alemana (Guevara-Hernández), digamos que, cuando menos, amplía el espectro.




Segunda parte: la travesía editorial



-Hubo también un “boom” de editoriales independientes, como actor privilegiado del tema, ¿cómo crees que se dio esto?
Creo que de alguna manera el precursor es Álvaro Lasso, de los abanderados editores que estudiaron literatura, quiero decir. Creo que el asunto es bastante lógico si te lo preguntas: ¿pragmáticamente para qué te sirve la carrera de Literatura? ¿Alguna vez has leído un aviso de empleo que diga: “se necesita crítico literario”? Porque es para eso que estudiamos. La especialidad no es para ser poeta o narrador o profesor de literatura, es para ser crítico literario. Entonces con una carrera que no tiene un puesto de trabajo esperándote en revistas especializadas o periódicos, ¿qué haces?... Algunos seriamente y con bastantes expectativas se convierten contra todo pronóstico en profesores, otros, sobre todo los que siempre tuvieron algo que ver con el tema de la creación y las publicaciones universitarias deciden apostar por empezar a publicar a sus amigos, quienes desde luego creemos son el mejor secreto guardado de la literatura nacional. El proyecto personal se va haciendo una vez más una cosa de grupo. Varios sujetos apuntando a una misma dirección. ¿Generación espontánea? En absoluto, es un síntoma, una respuesta. Un acto de rebeldía. Del mismo modo en que cuando se desarrolló el “boom” de los grupos poéticos, cada uno de los grupos, salvo San Marcos probablemente, pues en sus aulas se desarrollaron más de cinco grupos, pensábamos que éramos los únicos y lanzamos una botella al mar a ver quién la abría. En este caso quienes lanzaron la botella fueron los chicos de Borrador Editores, quienes antes habían tenido un taller de narrativa y poesía y habían decidido empezar a editarse, inicialmente, y editar a otros autores después, como todos nosotros; decía que Borrador realizó un encuentro de editoriales y los que nos conocíamos nos conocimos más y los que no nos terminamos conociendo ahí. Entonces de un momento a otro el asunto dejó de ser una batalla personal y se convirtió en algo casi gremial, una pequeña ola con Matalamanga, Estruendo, Borrador, Lustra, entre otros sellos que al empezar a publicar “abrieron” un espacio de difusión a la obra de autores que probablemente se hubieran demorado mucho más en ser editados por sellos como Planeta o Alfaguara. Eran apuestas editoriales las nuestras, no comerciales. Y sin embargo cada uno empezó a tener un nicho, por eso nunca nos vimos como competencia, de hecho aportamos a la bibliodiversidad y lo seguimos haciendo, aunque cada vez es más difícil seguir publicando. Creo que ese boom está en el momento de consolidarse o desaparecer, curiosamente (salvo Estruendomudo) por ese animus “no comercial” que impide que un proyecto o empresa pueda ser sostenible. Hay que replantearse muchas cosas, es el momento de, con todo lo ganado, llevar a cabo la consolidación de una verdadera industria editorial peruana, no importa que sea pequeña, pero debe serlo para que estos sellos perduren en el tiempo y no terminen siendo esfuerzos solitarios que coincidieron en un mismo tiempo para crear una ilusión de que “algo pasaba”.


¿Cómo surgió la idea de crear Lustra? Cuéntanos un poco la historia de inicio.
¿Cuáles fueron las primeras publicaciones de Lustra, y cómo las financiabas? ¿Cuántos años de labores tiene lustra y cuantos libros se han publicado?

Las primeras publicaciones de Lustra fueron plaquetas que Sergio Camacho, viejo amigo, y yo financiábamos. En 2004 publicamos Muerte sin fin de Gorostiza, la versión preliminar de Hotel de las nostalgias de Óscar Hahn (que después apareció como libro, muy pero muy ampliado), Nudo Borromeo de Rodolfo Hinostroza (solo el poema) y La canción de amor de Alfred Profrock de T.S.Eliot. La idea era publicar porque podíamos hacerlo. Tenía los permisos, quería hacerlo y creíamos sobre todo que era fundamental que lo hiciéramos. Es como cuando tienes algo tan grande o tan bello que no puedes evitar querer compartirlo. Así sentíamos esas lecturas, esos años.
En 2005, ya sin Sergio, edito mi primer libro bajo el sello, pero el primer libro que aparece por el sello realmente es Memorial de Casa Grande de Rodolfo Hinostroza, que desde luego, tras no publicar un poemario en 34 años, captó la atención de todo el mundo y puso a Lustra en un lugar expectante desde el principio. Eso es algo que siempre le agradeceré a Rodolfo. En 2005 y 2006 publico muy pocos libros, tres o cuatro financiados algunos por los autores y otros conjuntamente. En 2007 es el año de despegue en términos de cantidad de publicaciones y pude editar a autores que siempre había querido editar y a quienes no podía editar por falta de recursos. En ese tiempo se inició una relación bastante productiva con el AECI-CCE en Lima, y gracias al apoyo de quien fue su director por esos años, Ricardo Ramón, publicamos un promedio de 25 libros en un lapso no mayor de dos años (de 2007 a 2008), que tuvo como broche final la edición de lujo de la colección Piedra/Sangre, 15 poetas peruanos nacidos después de 1976, que probablemente hubieran sido 25 si es que todos hubiéramos coincidido con libros en ese momento. A la fecha lustra ha publicado un promedio de 80 libros en un lapso de cinco años. Este 31 de mayo se cumple el lustro de Lustra.


De qué libros que has publicado te sientes más orgulloso, tanto editorial como poéticamente.
Para mí editar a autores como Hinostroza, Wáshington, Gorostiza, Hahn, es algo indescriptible y plenamente gratificante. Lo que se viene prometo que será igual de grande y bueno. Pero haber podido sacar Habitación en Roma de Eielson ha sido para mí algo que por sí solo me retribuye todo lo que haya podido sufrir en el camino. Ese libro y su edición, que le hace justicia, modestia aparte, me parece una exquisitez. La colección Piedra/Sangre también es un trabajo del cual me siento muy orgulloso, pues Bruno Polack y yo logramos dar forma a algo monumental que simplemente en términos editoriales merece ya un reconocimiento, mientras que en cuanto a lo poético y la valía de los textos (todos hablaron de la edición, nadie mencionó los libros, muchos se resintieron) será el tiempo el encargado de situar en su verdadera dimensión esta apuesta nunca antes hecha e irrepetible, al menos en las mismas circunstancias, de eso estoy seguro.



-¿Cómo responde el público peruano a libros de autores consagrados como los de Eielson o Hinostroza?
Precisamente libros como los de Eielson e Hinostroza son ejemplares que siempre se comentan y aunque no lleguen a ser best sellers siempre se están vendiendo y es emocionante y gratificante saber que así como yo leí a Eielson, entre otras ediciones, en ediciones de Padilla o de Rebaza, y a Hinostroza en la edición de Mosca Azul (horrible edición que al mismo Rodolfo le causa escozor, pero que yo atesoro), el saber que de una pequeña manera contribuyo a seguir este legado en otros más jóvenes te hace pensar que se está por el buen camino.


-Si no me equivoco es la única editorial dedicada exclusivamente a poesía en el Perú.
Debes tener muchos apoyos de instituciones, cuéntanos un poco…

De hecho es la única editorial dedicada exclusivamente a publicar poesía en la región. Y no, en el Perú no hay apoyo ni para la poesía ni para nada relacionado a la edición de libros. El único momento en que esto fue así fue cuando el AECI-CCE decidió apoyar la publicación de tres colecciones que le planteé a Ricardo Ramón. De alguna manera esto abrió las puertas para que el apoyo se extendiera a otros sellos también: Borrador, Mesa Redonda, Tranvías, Estruendomudo, entre otras. Sin embargo, creo que la nueva dirección ha decidido apoyar otro tipo de productos culturales, más bien relacionados al desarrollo social. En todo caso, esto grafica muy bien que el apoyo siempre viene de afuera y que el Perú como Estado es incapaz de no solo promover este tipo de iniciativas, a toda luz no solo democráticas sino necesarias si pensamos en relación a lo que ofrece Norma o Planeta y su discurso de la “bestsellerización” del mercado editorial, últimamente sobre todo, sino de crear los medios para quienes apostamos por algo “no lucrativo”, a pequeña y micro escala, y nos dedicamos a labores sisifescas como la edición de libros (entre muchas otras labores contra la corriente y que apuestan por la cultura) tengamos siquiera el más mínimo apoyo para continuar con nuestro trabajo, una vez comprobado la valía del mismo. Digo, los años, la cantidad de títulos publicados, ¿es un aval, no? O debería serlo al menos. Y cuando hablo de crear los medios, no solo me refiero a algo que compete a editores, es todo parte de un circuito que debería incluir en primer término a los autores, editoriales, librerías, en fin… todo aquello que forma parte de esta maquinaria editorial.
En México, Chile, Argentina, hay premios nacionales y vitalicios para sus autores. Apoyo y subsidios para empresas editoriales, para que sean sostenibles, becas, capacitación. Aquí el editor se hace en la calle, en el centro de Lima o si tiene suerte, y más presupuesto, publicando con alguna buena imprenta. Nuevamente España es un ejemplo, cómo integra a editoriales emblemáticas a un aparato inmenso de producción artística: Visor-Casa de Amércia-Agencia de Cooperación Española, por solo dar un ejemplo. Es decir, el Estado debe proteger y garantizar la continuidad de estas iniciativas. Hay mil formas para hacerlo posible, compra de libros en bloque para llevar a cabo la implementación de bibliotecas públicas, obviamente junto a otros libros, o implementación de bibliotecas de estas grandes Unidades Escolares en las que el Gobierno invierte millones de dólares para hacer piscinas olímpicas y olímpicamente olvida poner libros en sus bibliotecas… Sin embargo el libro es visto como un objeto de lujo por las autoridades y mientras esto siga así cualquier esfuerzo será siempre insuficiente. Ojo, no pedimos que nos regalen el dinero. No nos creemos mártires ni mucho menos. Pero si existe una ley del libro y de promoción a la edición contemplada en algo llamado COFIDE-LIBRO, por ejemplo, algo que del mismo modo que en el caso de cualquier micro empresario que se capacita puede recibir un préstamos a manera de subsidio para llevar a cabo su empresa, ¿por qué no reglamentar esto que ya existe y hacer viable el desarrollo sostenido de una industria editorial peruana? O poner la primera piedra para que ello sea posible. ¿Qué intereses hay? La ley del libro se acaba en 2012 y no se ha hecho nada. Por ley existe, por ejemplo, un precio especial internacional para envío de materiales impresos, de libros y derivados, que toda compañía de servicios postales debe ofrecer, pero aquí esto es algo que Serpost parece “desconocer mayormente”.


Tercera parte: la voz del poeta


-¿Cómo conjugas tu tiempo de editor con el de poeta?
El poeta debe ser también editor, al menos de poesía, al menos de su poesía. Para muestra un botón: Pound, quien por cierto decía que un poeta que se precie de serlo debía ser capaz de escribir un buen verso en cualquier momento. También decía que no creía en los críticos que no habían escrito un solo poema de buena factura. Algo hay de eso. Todo es un proceso, leer, escribir, corregir, vivir… todo aporta. Hay que ser leal con la poesía y la poesía lo será con nosotros. Quien desarrolla una conciencia crítica sobre su propia obra y empieza a plantearse una reflexión sobre su propio proceso creativo (cómo se produce, a qué apela/de qué manera se acerca al hecho poético, cómo lo desarrolla: técnica, recursos expresivos) puede tener un punto de partida para poder leer desde otros centros, y con cierta objetividad, la obra de autores en los que nuestra intervención es requerida. Yo corrijo poemas y libros de poemas que convierto en poemarios, en otros solo pienso el objeto libro junto a mi diseñador, y es que no son pocos los libros a los que no le he tocado un solo verso. Así como hay que despojarse de todo ego para someter tu texto a otro, el editor tiene que tener el suficiente tino para saber cuando no intervenir. Yo he corregido y corrijo, pero también a mí, como poeta, me corrigen los textos algunos amigos, sobre todo algunos textos sobre los que tengo dudas. Aquí podría decir que por ejemplo para Délibáb enemigo del viento, la intervención de José Agustín Haya de la Torre fue fundamental para que el libro fuera lo que siempre quise que fuera, del mismo modo que para Liebe la muerte en el otro Bruno Polack fue casi un Virgilio para mí, sobre todo al indicarme por dónde estaba “el libro”. Si no estás dispuesto a aceptar la crítica y a ver por una distancia mayor a la de tus narices es complicado que puedas producir algo notable. Leer, escribir y editar es como aprender a leer, escribir y respirar… a contar, sentir… es algo que seguirás aprendiendo siempre. Ahora, cuando soy poeta, en primer término escribo, luego corrijo o reformulo, ahí, en ese momento, soy editor de mi propio texto. Se aplica otro tiempo de inteligencia en ese proceso. Una menos visceral, más racional y fría hasta cierto punto. Necesaria. Cuando edito un libro no soy poeta, solo soy editor y es esa distancia la que me permite ver el texto como un artefacto estético desprovisto de cualquier carga sentimental que no sea producida por la correcta utilización de las palabras para producir esa sensación, si se tratara de un poema romántico, por ejemplo. No hay contaminación, los planos nunca se cruzan.

-Quizá es indiscreción, pero me comentaste que tenías un cariño especial por “Délibáb” (2007), ¿qué elementos tiene este libro para que lo consideres así?
Bueno, casi siempre lo que más te cuesta es lo que más valoras. Délibáb fue escrito en el lapso de cuatro años y reescrito en el lapso de tres meses. Digo reescrito porque perdí la versión final, tanto en su archivo impreso como en el digital y tuve que reconstruir el libro a partir de apuntes y algunos poemas que envié a unos amigos. Estaba tan claro en lo que quería hacer que no me resultó tan complicado volver a escribir el libro hasta que fue lo que siempre deseé que fuera (había dicho ya que la participación de José Agustín fue fundamental). Este libro es una especie de Catedral barroca en la que lo más importante es una pequeña tumba de madera donde yacen los huesos de un mártir. Desarrollo mi propuesta estética a plenitud en este libro. Precisamente la idea del Délibáb como modo de lectura e interpretación de la Historia y el conocimiento. Tiene una fuerte carga mítica. Inicialmente tendría notas que ayudarían al lector en esta reescritura, que es lo que esencialmente es Délibáb, luego decidí eliminarlas a sugerencia de algunos amigos que me dijeron que ya era demasiado elotiano el asunto. Délibáb Es un libro imperfecto y por eso le tengo un especial cariño. Si en Aprendiendo a hablar con las sombras escribí un libro a manera de paleta de pintor en la que intentaba mostrar todas mis capacidades (en muchos casos deficientes) expresivas, un exceso de juventud puesto de manifiesto, en Délibáb empecé a escribir desde donde ya no sabía. No quería escribir un libro con poemas epigramáticos, que para muchos era lo mejor que hacía y que hago hasta hoy, no quería ser correcto y escribir bien. No quería seguir un molde. Quería transgredir, volverme loco, porque estaba loco realmente. Así, la cabeza de Juan cayendo desde siempre, rodando, es la pérdida de la razón. Délibáb es un libro escrito desde las orillas. Es un espejismo en buena cuenta, una sucesión de capas que, sin embargo va narrando una historia, en realidad tres, que se entretejen en una trama casi imperceptible…, pero las aves de las que habla el Ulises de “Nostos” que es el primer poema del libro, son las mismas aves que aparecen en el último poema “El pozo del infierno”, las golondrinas de mar que desovan en un islote cercano a la Isla de Pascua y que propicia una competencia entre dos clanes por el dominio de los recursos casi acabados de algo que en un inicio fue el Paraíso y que después solo será un dedo acusador en medio del mar. Délibáb es un libro escrito desde la pérdida. Escrito en códigos también, pero no es oscuro. Como toda poesía que se precie de serlo Délibáb busca la claridad. Sin embargo es cierto que existe cierto código que va desde la foto del autor hasta la imagen de la contratapa. La pérdida de la infancia, del amor… son otros temas. El poeta debe hablar de los grandes temas siempre, el narrador de lo mínimo. Decía en la presentación que era un libro, entre otras cosas, escrito en clave de guerra, como esos amores en medio de bombardeos en la segunda guerra mundial, amabas rápido (parafraseando a Watanabe) pues no sabías si al día siguiente te caería una bomba encima, aunque a veces el amor es la misma bomba que te aniquila y te saca de ti. En fin, podría hablar mucho de ese libro, aún puedo recordar la exacta motivación y planteamiento. Es un libro imperfecto, ya lo dije. Pero nada le falta ni nada le sobra. Nada escapa a mis deseos en ese libro.


-Yo noto en tus dos últimos libros, el ya mencionado “Délibáb”, y “Liebe, la muerte en el otro”, un familiaridad con Eielson, y con T.S. Eliot. ¿Voy por buen camino?
Sí. Pero sinceramente estos son los diálogos más evidentes. Es decir, Sobre todo en el primer libro está presente Eielson, pero en Délibáb, y en Liebe también, no solo —en el primer caso— con el poema que le dedico, sino y no sé si es notorio (intenta serlo) el homenaje que le hago escribiendo 1789 que parte de la base rítmica de un poema muy distinto de Eielson llamado Ptyx, las imágenes, el tratamiento le debe bastante a Ptyx, también está en el poema “La puerta de la noche”, de hecho el título es el nombre de una escultura de Eielson, y aunque le deba mucho, sobre todo en cuanto a mis procedimientos técnicos a Eielson, debo decir que “el tono” es de Vallejo, el Padre César, como decía Eielson. Y es que Vallejo es tan grande que está incluso cuando no está. Respecto a Eielson, de lo que tengo conciencia plena en Délibáb es que aparece expresamente en estos tres poemas que te menciono. En igual o mayor medida están presentes Pound, Rilke, Trakl, y sobre todo, y nunca supe hasta hace poco cuánto, Kavafis, entre muchos otros. Y es que Délibáb plantea una suerte de “logia” en la que no solo rindo homenajes sino que me interesa hablar no solo “de”, sino hablar “a través de”, “desde” estos autores que te menciono, precisamente porque se trata de voces fundamentales: la tarea es encontrar el “cuerpo”. Hay una suerte de procedimientote tipo samples en la construcción del libro. Hay edición, en el sentido estricto de cortar, pegar, unir, urdir, hacer coherente algo y de otorgarle un espíritu como cuando se edita una película y es en este proceso que se devela una obra de arte o un bodrio. En el libro siguiente, inédito, llamado Euforión o la presa (el inmediato a Délibáb, pero aún inédito… es parte del planteamiento de esta tetralogía) el planteamiento es distinto, si Délibáb, como decía era una especie de Catedral barroca o gran pieza sinfónica (alargando la imagen), Euforión es un solo de violín de tres horas. El mismo que se va decantando hacia el final y que empalma con el primer poema de Liebe, sin título, pero que no solo empieza con verso de “La canción de amor de Alfred Prufrock”: En verdad habrá tiempo, sino que basa toda su estructura rítmica en la parte a la que alude los versos citados, una especie de cover, con lo cual cierro esa etapa de citas y de dialogismo, al menos en un nivel retórico. Después de esto, tal vez pueda decir que si aparece en algo Eielson es, de alguna manera en el poema que inicio con “Si Fosse Focco” y que podemos reconocer en “Primavera en villa Adrianna” de Habitación en Roma, pero no precisamente me baso en Eielson sino en el poema al cual hace referencia Eielson en su propio poema. Es decir ya no cito lo que dijeron, pero me interesa hablar de lo que probablemente hicieron muchos de los que hablé antes. El asunto es simple, Liebe es Ulises contando su historia, su historia en sus propias palabras y con todas las mentiras y fabulaciones del caso, en la corte del rey Alcinoo. Para muchos es mi mejor libro.

No hay comentarios:

Publicar un comentario