Ha traducido a Pavese, Rilke, Roberto Paoli, Osamu Dazai, entre otros varios. La mayoría publicados luego en proyecto editorial Nido de cuervos, el que pronto, anuncia, será relanzado.
1) Estimado Renato, quisiera iniciar esta entrevista conversando acerca de tus años universitarios. ¿Con qué poetas o intelectuales compartías aulas? ¿Cómo eran los movimientos poéticos en esos años?
Luego de haber pasado por varias facultades (Derecho, Historia, Filosofía, Antropología en la PUC, y Geología en San Marcos, carreras que casi termino), entre 1979 y 1982 estuve en Literatura en la Católica. Eran tiempos en que aún se realizaban grandes recitales que colmaban las aulas de la Facultad y se editaba revistas que duraban más allá del primer número. Tal es el caso de, por ejemplo, “Calandria”, revista que formé con José Antonio Mazzotti, Milka Rabasa, José Alberto Bravo de Rueda, Eduardo Gargurevich y Fernando Hermoza, y que llegó al sexto número, aunque sin mucha recordación, a decir verdad. En la Facultad estaban, unos entrando, otros ya saliendo, Eduardo Chirinos, Raúl Mendizábal, Lucho Rebaza, Peter Elmore, Roberto Forns, Carlos Schwalb, entre tantos otros. Muchos de ellos se fueron a EEUU y ya no volvieron, cosa que sigue sucediendo hasta hoy día; los menos se quedaron en el Perú, y yo decidí hacer vida de la literatura y me fui a viajar por todo el mundo para tratar de hacer realidad, a como diera lugar, todo lo que había leído. Primero fui marinero en un barco sirio que solía circunnavegar las costas del Mediterráneo, de África Occidental y Oriental, hasta llegar a Goa en la India. Más tarde, recalé en Finlandia, donde, ya en tierra, hice estudios doctorales en Filología Románica y, aparte, algunas lenguas orientales. Luego viví un tiempo a caballo entre Lima y Alemania, Italia, Argentina, hasta que volví al Perú definitivamente (es un decir), donde he enseñado en la PUC y también en un colegio. Ahora, estoy por relanzar la Editorial Nido de Cuervos y la revista Fórnix, y empiezo a preparar el Primer Festival Internacional de Poesía de Lima, que está previsto para el próximo octubre y que en su primera edición (será anual) tendrá a más de veinte poetas de primera línea de América y Europa, además de poetas del Perú, incluidos de lenguas indígenas.
Luego de haber pasado por varias facultades (Derecho, Historia, Filosofía, Antropología en la PUC, y Geología en San Marcos, carreras que casi termino), entre 1979 y 1982 estuve en Literatura en la Católica. Eran tiempos en que aún se realizaban grandes recitales que colmaban las aulas de la Facultad y se editaba revistas que duraban más allá del primer número. Tal es el caso de, por ejemplo, “Calandria”, revista que formé con José Antonio Mazzotti, Milka Rabasa, José Alberto Bravo de Rueda, Eduardo Gargurevich y Fernando Hermoza, y que llegó al sexto número, aunque sin mucha recordación, a decir verdad. En la Facultad estaban, unos entrando, otros ya saliendo, Eduardo Chirinos, Raúl Mendizábal, Lucho Rebaza, Peter Elmore, Roberto Forns, Carlos Schwalb, entre tantos otros. Muchos de ellos se fueron a EEUU y ya no volvieron, cosa que sigue sucediendo hasta hoy día; los menos se quedaron en el Perú, y yo decidí hacer vida de la literatura y me fui a viajar por todo el mundo para tratar de hacer realidad, a como diera lugar, todo lo que había leído. Primero fui marinero en un barco sirio que solía circunnavegar las costas del Mediterráneo, de África Occidental y Oriental, hasta llegar a Goa en la India. Más tarde, recalé en Finlandia, donde, ya en tierra, hice estudios doctorales en Filología Románica y, aparte, algunas lenguas orientales. Luego viví un tiempo a caballo entre Lima y Alemania, Italia, Argentina, hasta que volví al Perú definitivamente (es un decir), donde he enseñado en la PUC y también en un colegio. Ahora, estoy por relanzar la Editorial Nido de Cuervos y la revista Fórnix, y empiezo a preparar el Primer Festival Internacional de Poesía de Lima, que está previsto para el próximo octubre y que en su primera edición (será anual) tendrá a más de veinte poetas de primera línea de América y Europa, además de poetas del Perú, incluidos de lenguas indígenas.
2) ¿Y cuáles eran tus lecturas recurrentes?
En esa época, como hasta el día de hoy, leía de todo; no solo literatura sino también filosofía, historia, política, si bien no tenía método alguno o, para decirlo más exactamente, mis lecturas eran variadas, inconexas y sin orientación. Como sea, creo que nunca he leído con tanta intensidad y durante tantas horas diarias como en mi época universitaria, hasta el punto de que, paradójicamente, casi no asistía a clases por quedarme en casa o en un café leyendo hasta ya no poder más. Recuerdo, incluso, para la incredulidad de no pocos, que por lo menos un par de veces salió sangre de mis ojos por el esfuerzo que hacía. Y es que novelas de cientos o miles de páginas como las de los rusos, alemanes, ingleses, italianos o franceses del siglo XIX solo podía leerlas de un tirón (o dos). Naturalmente, ese ritmo era imposible de mantener en el caso de la poesía, lo que sin embargo no me impedía quedarme hasta altas horas de la noche con poetas a los que hasta ahora vuelvo, y que son los que todos mencionan. Además, ya desde entonces me dio mucha curiosidad por los autores de otras tradiciones literarias que por entonces no se leían tanto, como la nórdica, la eslava, la medieval europea, la medieval y contemporánea japonesa y china, la africana contemporánea en lenguas europeas y, en la última década, la literatura oral, de diversos pueblos aborígenes de América.
En esa época, como hasta el día de hoy, leía de todo; no solo literatura sino también filosofía, historia, política, si bien no tenía método alguno o, para decirlo más exactamente, mis lecturas eran variadas, inconexas y sin orientación. Como sea, creo que nunca he leído con tanta intensidad y durante tantas horas diarias como en mi época universitaria, hasta el punto de que, paradójicamente, casi no asistía a clases por quedarme en casa o en un café leyendo hasta ya no poder más. Recuerdo, incluso, para la incredulidad de no pocos, que por lo menos un par de veces salió sangre de mis ojos por el esfuerzo que hacía. Y es que novelas de cientos o miles de páginas como las de los rusos, alemanes, ingleses, italianos o franceses del siglo XIX solo podía leerlas de un tirón (o dos). Naturalmente, ese ritmo era imposible de mantener en el caso de la poesía, lo que sin embargo no me impedía quedarme hasta altas horas de la noche con poetas a los que hasta ahora vuelvo, y que son los que todos mencionan. Además, ya desde entonces me dio mucha curiosidad por los autores de otras tradiciones literarias que por entonces no se leían tanto, como la nórdica, la eslava, la medieval europea, la medieval y contemporánea japonesa y china, la africana contemporánea en lenguas europeas y, en la última década, la literatura oral, de diversos pueblos aborígenes de América.
3) Cuéntanos un poco de tu recorrido por la poesía. ¿Cómo fue la aventura del primer libro?
Si bien empecé a escribir algo que pretendía ser poesía en mis dos últimos años escolares, no fue sino hasta la facultad en que empecé a sospechar por dónde se llegaba hasta ella. Mucho me ayudó estar siempre con gente de la PUC que tenía los mismos intereses (y pretensiones), como con los poetas de San Marcos (Patricia Alba, Mariella Dreyffus…) con los que solíamos encontrarnos y con los que establecimos una buena amistad y camaradería. Yo trataba de participar en la medida en que mis continuos viajes mochileros como mi proverbial timidez de aquella época me lo permitían. De cualquier modo, creo que recién sentí que “estaba en algo” en 1985, cuando publiqué mi primer libro (Singladuras), con poemas que había escrito una vez salido de la universidad. Hoy, a punto de publicar mi sétimo poemario, considero ese libro y los dos que lo siguieron parte de mi prehistoria poética, lo que no necesariamente significa que abjure de ellos.
Si bien empecé a escribir algo que pretendía ser poesía en mis dos últimos años escolares, no fue sino hasta la facultad en que empecé a sospechar por dónde se llegaba hasta ella. Mucho me ayudó estar siempre con gente de la PUC que tenía los mismos intereses (y pretensiones), como con los poetas de San Marcos (Patricia Alba, Mariella Dreyffus…) con los que solíamos encontrarnos y con los que establecimos una buena amistad y camaradería. Yo trataba de participar en la medida en que mis continuos viajes mochileros como mi proverbial timidez de aquella época me lo permitían. De cualquier modo, creo que recién sentí que “estaba en algo” en 1985, cuando publiqué mi primer libro (Singladuras), con poemas que había escrito una vez salido de la universidad. Hoy, a punto de publicar mi sétimo poemario, considero ese libro y los dos que lo siguieron parte de mi prehistoria poética, lo que no necesariamente significa que abjure de ellos.
4) Sin duda tu libro más celebrado, el cual recibió incluso comentarios elogiosos de J.E. Eielson,
Nostos, fue el que más satisfacciones te ha traído. ¿Cuál consideras que es el núcleo de este libro? No sé si “satisfacción” sea el término más apropiado, aunque en varios países latinoamericanos la crítica entendida lo haya saludado calurosamente, o que con su aparición en danés haya sido considerado como el mejor poemario del año publicado en Dinamarca, país que tiene una interesante tradición poética. Lo que sí creo es que para mí fue un punto de inflexión en mi forma de escribir, pues el paso del poema corto y de versos breves a un poema extenso, de largo aliento apoyado en el uso del versículo me permitió, entre otras cosas, liberarme del corsé que limitaba, cortésmente, mi expresión, para dejar correr a raudales no solo mi propia experiencia de la vida, sino también mi experiencia con la poesía, con la tradición occidental que, creo, rezuma entre sus líneas, como real retorno (“nostos”) tanto a lo vivido como a lo leído, procesado y vuelto a vivir. En otras palabras, me parece que en verdad llegué a mí mismo, tras un largo y penoso pero también excitante camino. Solo que, por cierto, llegar a uno mismo, por lo menos en mi caso, no ha sido ningún premio, pues su proceso de escritura me produjo mucho pesar al ir sumergiéndome en lo autobiográfico y, en consecuencia, al revivir, poéticamente, los muchos sucesos críticos y lacerantes que, como a todos, me ha tocado vivir. Por lo mismo, si me preguntas por el núcleo de este libro, yo diría que simplemente es el dolor, la vida como dolor, sin cortapisas ni mitificaciones, sin importar el tiempo ni el lugar.
5) A propósito, conociste a J. E. Eielson. ¿Supiste cuál fue la razón para no desear en sus últimos años de vida realizar el "Nostos" hacia su país?
De Eielson, con quien tuve una muy buena amistad y que es una de las personas a quien más admiro (uso el presente constante), de las muchas cosas que te puedo decir en ese sentido, sé que siempre tuvo deseos de volver al Perú, pero sus múltiples ocupaciones y compromisos hicieron que postergara repetidas veces viajes ya comprometidos a Lima. Por cierto, como muchos, él tenía una relación de amor-odio con nuestro país, lo que no significa que prácticamente toda su obra, escrita o no escrita, esté impregnada de su presencia y que lo siga estando indefinidamente.
6) Siguiendo con poetas cumbres en la poesía peruana, sabemos que tienes un ensayo sobre J. M. Eguren. ¿Qué sitio ocupa, crees tú, en la tradición poética peruana?
No se entendería gran parte de la poesía actual sin Eguren, quien recuperó el misterio, el poder sugestivo, el claroscuro, el temblor que la buena poesía debe tener. En mi libro sobre Eguren (El centinela de fuego) abordo su quehacer desde la perspectiva de Heidegger, en parte como una manera de demostrar que no era ni banal ni inocuo como entonces, y aun ahora, lo creían. A nivel vital, Eguren es de una consecuencia absoluta con su visión purista de la poesía y el arte en general. Yo he hecho mi lema lo que él respondió cuando una vez le preguntaron en qué consistía para él la felicidad: “En vivir un ideal y en morir joven”. En verdad, yo desearía eso para mí.
De Eielson, con quien tuve una muy buena amistad y que es una de las personas a quien más admiro (uso el presente constante), de las muchas cosas que te puedo decir en ese sentido, sé que siempre tuvo deseos de volver al Perú, pero sus múltiples ocupaciones y compromisos hicieron que postergara repetidas veces viajes ya comprometidos a Lima. Por cierto, como muchos, él tenía una relación de amor-odio con nuestro país, lo que no significa que prácticamente toda su obra, escrita o no escrita, esté impregnada de su presencia y que lo siga estando indefinidamente.
6) Siguiendo con poetas cumbres en la poesía peruana, sabemos que tienes un ensayo sobre J. M. Eguren. ¿Qué sitio ocupa, crees tú, en la tradición poética peruana?
No se entendería gran parte de la poesía actual sin Eguren, quien recuperó el misterio, el poder sugestivo, el claroscuro, el temblor que la buena poesía debe tener. En mi libro sobre Eguren (El centinela de fuego) abordo su quehacer desde la perspectiva de Heidegger, en parte como una manera de demostrar que no era ni banal ni inocuo como entonces, y aun ahora, lo creían. A nivel vital, Eguren es de una consecuencia absoluta con su visión purista de la poesía y el arte en general. Yo he hecho mi lema lo que él respondió cuando una vez le preguntaron en qué consistía para él la felicidad: “En vivir un ideal y en morir joven”. En verdad, yo desearía eso para mí.
7) ¿Cuáles crees que son los grandes temas de la poesía peruana? ¿Existirá algún hilo conductor, o quizá varios, entre las diversas generaciones de poetas peruanos?
Se sabe que tanto aquí como en cualquier otro lado, hay corrientes y tendencias, lo mismo que modas o programas, sobre lo cual se ha hablado y discutido hasta el exceso. Independientemente de los estilos particulares que, de hecho, se debe desarrollar, lo que me interesa y aprecio especialmente es la envergadura del proyecto de cada poeta así como la consecuencia que este tenga con su propia propuesta. Solo en el tiempo se apreciará las incongruencias y, de paso, las imposturas. Todo lo demás no tiene la menor importancia.
8) ¿A cuáles poetas peruanos te sientes más cercano?
Eguren, Vallejo y Martín Adán. Además, cierta poesía oral de los pueblos andinos y amazónicos del Perú.
Se sabe que tanto aquí como en cualquier otro lado, hay corrientes y tendencias, lo mismo que modas o programas, sobre lo cual se ha hablado y discutido hasta el exceso. Independientemente de los estilos particulares que, de hecho, se debe desarrollar, lo que me interesa y aprecio especialmente es la envergadura del proyecto de cada poeta así como la consecuencia que este tenga con su propia propuesta. Solo en el tiempo se apreciará las incongruencias y, de paso, las imposturas. Todo lo demás no tiene la menor importancia.
8) ¿A cuáles poetas peruanos te sientes más cercano?
Eguren, Vallejo y Martín Adán. Además, cierta poesía oral de los pueblos andinos y amazónicos del Perú.
9) Y para finalizar, ¿cuál crees que sea el rumbo de la poesía en un mundo cada vez más tecnológico, más rápido y menos lector?
No creo que la tecnología se oponga necesariamente a la Poesía, que por suerte siempre correrá libre e independiente, ya sea por los cauces habituales de la voz y del papel, o de los infinitos senderos y encrucijadas de bytes y software de esta era digital. En realidad, la tecnología puede potenciar el espíritu de búsqueda innato que tiene la Poesía y que, como sabemos, apunta “siempre a lo Desconocido”.
No creo que la tecnología se oponga necesariamente a la Poesía, que por suerte siempre correrá libre e independiente, ya sea por los cauces habituales de la voz y del papel, o de los infinitos senderos y encrucijadas de bytes y software de esta era digital. En realidad, la tecnología puede potenciar el espíritu de búsqueda innato que tiene la Poesía y que, como sabemos, apunta “siempre a lo Desconocido”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario