Jerónimo Pimentel (Lima, 1978) estudió periodismo en la Universidad Católica. Con la aparición reciente de La muerte de un burgués (Álbum del Universo Bakterial, 2010) nos hace entrega de su tercer libro, consolidando así una interesante obra entre los poetas peruanos recientes.
Sus dos poemarios anteriores Marineros y boxeadores (El Santo Oficio, 2003) y Frágiles Trofeos (Álbum del Universo Bakterial, 2007) también recibieron un cálido recibimiento entre la crítica peruana.
Fue natural y espontáneo, pues era un arte que atravesaba todas las conversaciones; repentino y a la vez constante. Crecí leyendo ‘Noé delirante’ de Arturo Corcuera, cuya maravillosa imaginación hizo para mí las veces de lo que hoy se conoce como “estimulación temprana”, y viendo los dibujos que Ostolaza pintaba en cualquier superficie posible. Eso me permitió superar la barrera que puede suponer el lenguaje poético para los no iniciados, lo que es algo que agradezco, pues a partir de ello he podido nutrirme de un género que, lamentablemente, no posee los lectores que debería.
2.-¿Cuáles son tus recuerdos de poetas o intelectuales visitando tu casa?
A todo Hora Zero dentro, para empezar. Grandes conversaciones de noche iluminadas por cigarros y botellas de ron y cerveza; polémicas a viva voz en almuerzos que recuerdo interminables; recitales espontáneos, pintores que nos invitaban a expresarnos con sus óleos en los muebles de la casa; mucho amor. Tulio Mora, Eloy Jáuregui, Miguel Burga, Carlos Alberto Ostolaza, Pablo Guevara, Walter Curonisy, etc.
La universidad te permite coincidir con gente afín, para eso es muy útil. Viví esa época como se debía, la mitad del tiempo en Saturno y la otra escogiendo los cursos que realmente importan para tu formación. No tenía lecturas recurrentes, siempre he tenido cierta aversión hacia los programas, pero sí amplié mi espectro de interés hacia las vanguardias, la literatura de género (sobre todo el policial y la ciencia ficción) y completé varios vacíos que tenía con los clásicos, signifique eso lo que signifique. También me enamoré y eso fue más importante que todo lo demás.
4.-Con La muerte de un burgués publicas tu tercer poemario, ¿Cuáles crees que serían los temas destacables de tu obra?
Creo que tengo una obsesión con el movimiento, con el cambio, frente a la estabilidad, la fijación. Cierta atracción y a la vez desconfianza respecto a los grandes discursos: amor, religión, política, etc. Cierta propensión al combate o al recorrido atenuado por el pasmo, el asombro, cierta tendencia contemplativa. Es decir, no tengo la menor idea.
5.-Es un título muy sugerente ¿Es una crítica a la sociedad burguesa? o en todo caso, ¿Cómo se desarrolla el título en los poemas del libro?
Para mí la muerte de un burgués es una defunción espiritual. Ante el descrédito de las religiones, el nulo cuestionamiento al sistema político-económico, la obsolescencia de las luchas generacionales, me propongo retratar la vida del tipo medio: mecanizado, anómico y material, y lo contrapongo a mi propio ejercicio espiritual, que es la poesía. En el fondo, de eso trata este poemario. Y por supuesto, es una visión crítica. Cualquier cosa vista durante mucho tiempo está mal.
6.-¿Crees que la figura o la labor del poeta en una sociedad donde casi no se lee ha variado sustancialmente? ¿Cuál debería ser el espacio de un poeta en la sociedad?
Creo que el poeta hoy no tiene rol social. Lo tuvo hasta hace una décadas, en los 70 y quizá comienzos de los 80, cuando las batallas formales y estéticas encubrían una lucha por cómo se reflejaba lo nacional en lo literario. Ahí finaliza todo. El poeta ahora puede ser un divulgador de la lectura, y está bien, pero no está obligado a serlo. El poeta puede incursionar en la esfera pública, sentir que está llamado a ello incluso, pero coincidirás en que no es una exigencia que se pueda hacer extensiva a todos (felizmente). Ya no hay una sola disputa poética que afecte al Perú. En narrativa, lo último fue un aborto: la así llamada polémica entre andinos y criollos. Pero en poesía no hay nada hace mucho tiempo.
Ahora, la otra pregunta es qué hace el Estado para poner en valor la tradición poética peruana, cómo la usa para educar, qué acciones toma para que sus autores se difundan. En ese sentido la situación es desoladora: no solo no existe un Premio Nacional de Literatura, que no sé si debiera existir, pero tampoco hay una ley de mecenazgo, una sistema de becas, concursos municipales, subvenciones a escritores fundamentales pero paupérrimos, iniciativas para fomentar la edición editorial independiente, o cualquier otra forma de acción que implique una política de Estado. No hay nada, solo una Ley de Libro fraguada bajo un lobby trasnacional que en nada ha servido para abaratar el costo final del libro ni permitir que gentes económicamente deprimidas accedan a estos bienes culturales.
7.-¿Cuáles consideras que son los poetas peruanos más importantes en nuestra tradición?
No se puede responder esta pregunta, pero todos los caminos llevan a Vallejo.
8.-¿Cómo ves el desarrollo de los jóvenes poetas en el Perú?
¿Hasta qué edad se es joven en poesía? Sigo con interés la obra de Manuel Fernández, Romy Sordómez, Miguel Ángel Sanz Chung, Paul Guillén, Julio Llerena y Bruno Pollack, por ejemplo. Son caminos individuales, varios de ellos con obras importantes (Octubre, Présago, etc.) que escapan al juvenilismo, pues no hay poesía que no sea, si lo es, mayor.
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