jueves, 17 de junio de 2010

Entrevista con José Agustín Haya de la Torre


1.- Quería comenzar la entrevista pidiéndote que nos cuentes acerca de tu etapa universitaria. Pasados algunos años ya de haber egresado de literatura en San Marcos ¿cómo piensas que viviste esa etapa?
Indudablemente San Marcos constituye un gran acierto en su momento, como ahora lo es Salamanca. Si bien son instituciones, por mi parte considero la formación intelectual necesaria –sin que esta sea obligatoriamente académica–, aunque, la experiencia humana se erige como lo realmente superlativo. Es decir, ir a clases, estudiar, respetar los horarios, entre otras exigencias de la universidad son una parte; lo determinante –insisto– es el factor humano: los amigos, la experiencia social y sobre todo el autodescubrimiento personal. Desde ahí puedes decidir cómo cultivar el espíritu. Una nota no me determina, así como ningún título, premio, etc. La exigencia es totalmente personal, de nadie más puede venir.

Y si algo recuerdo de San Marcos, específicamente, eran los días en los que me iba con muchas copias bajo el brazo –algunas veces contento, otras no tanto cuando se trataba de libros de teoría–, o los días sentados en el bosque de letras o en las escaleras de la facultad, o los viajes que se planeaban en menos de 24 horas, o las ilusiones que cada texto nos producía (positivas o negativas), algunos profesores que me dejaron huella como Pablo Guevara o Miguel Ángel Huamán –por citar unos nombres–, los poetas que descubría, los que conocía… E indudablemente Sociedad Elefante. Puedo enumerar un sinfín de situaciones sobre esa etapa. Mi mayor certeza fue afirmar el goce por la lectura y la escritura.


2.- ¿Cuáles eran tus libros de cabecera en esos días?
Fueron varias etapas las que se me “aparecieron”. Nombres muchos. Varios de ellos me son entrañables, como descubrimientos que hasta el día de hoy me acompañan. Te mencionaré las etapas de esos cinco años más o menos según creo sucedieron –a veces acordes con los cursos que recibía–: la poesía peruana contemporánea, considerando a Valdelomar y González Prada dentro de ellos, hasta finales de los 70; la poesía romántica alemana e inglesa y el surrealismo; el parnasianismo y simbolismo francés; la poesía clásica china y japonesa; el Siglo de Oro español; el expresionismo alemán; la poesía oral peruana; los textos sagrados orientales y la poesía de medio oriente; los clásicos latinoamericanos y los estadounidenses del siglo XX… Al mismo tiempo, me asaltaban libros de filosofía, distintos ensayos, algunos textos sobre psicología, biología, anatomía, sociología, antropología y alguna que otra curiosidad que satisfaga la multiplicidad de inquietudes que me fragmentan. ¿Acaso las disciplinas son excluyentes? (Huelga la mentira de la especialización y los vitores a la ignorancia). De vez en cuando, alguna que otra novela, aparte de las que nos obligaban a leer en la universidad. Recién ahora me aproximo a las novelas con mayor frecuencia. Eso sí, los libros de cuentos son perpetuos acompañantes.

Pero, además, mi “cabecera” no la constituyen sólo libros, sino que es una suerte de complementos, todos muy ligados a mi forma de sentir, parte de mis necesidades: la música –escucho rock, jazz, trova, huayno, música criolla, cumbia, salsa, etc. –, el cine –de toda latitud y experimentación–, al igual que la pintura. En ninguno de los casos diferencio sobre la base del retrógrado y dañino pensamiento entre alta y baja cultura. Todo es cultura. ¿Acaso es más valioso el arte intelectual que el popular? Por favor, pobre el que tenga esas consideraciones. Que se quede en su encierro. ¿Acaso no son las expresiones populares factores constituyentes y relevantes de nuestra expresión?

3.-¿Cómo fue el inicio de Sociedad Elefante? ¿Cómo se conocieron? ¿Quiénes fueron los fundadores?
Los cinco integrantes iniciales éramos: Diego Alonso Sánchez –a quien conozco desde el colegio–, Luis Alberto Valladares –con quien estudié en la pre San Marcos­–, Moisés Sánchez Franco y Miguel Ángel Sanz Chung. Luego, participó Romy Sordómez, por coincidencia la única mujer. Todos estudiábamos Literatura en la misma promoción (1999).

Nos conocimos en los pasillos, en las aulas, en las cafeterías, en las palabras, en la amistad y el respeto. Fueron las inquietudes las que nos llevaron a juntarnos. Al conocernos vimos que coincidíamos en el gusto por escribir. Comenzamos con la timidez, la sensibilidad a flor de piel, a intercambiar los textos. Encaramos la dura pregunta, ¿qué te parecen? Dura, porque a esa edad la inmortalidad es parte del sentido de vida. La rebeldía hierve. Y, claro, la escritura como la parte más íntima de uno no acepta críticas. La vanidad y el ego son, pues, temas personales que se deben manejar con cuidado, sin caer en la arrogancia. Tal vez, es ahí donde uno comienza a considerar seriamente que el camino de la poesía no se trata de la rejunta de palabras o del –estúpido– éxito. El éxito es el humano, que te recuerden por la persona que eres, por tus hechos, tus actos. La poesía es un camino personal, silencioso, que no necesita del bullicio ni de ningún pedestal. Necesita, sí, el cultivo espiritual diario.


4.- ¿Cómo era el “día a día” de Sociedad Elefante en la universidad?
Sociedad Elefante no tenía un día a día programático. Éramos/somos, ante todo, amigos. La universidad fue el lugar de encuentro, mas no era el lugar en sí de las reuniones. El grupo funcionaba como un taller; alternábamos aleatoriamente en alguna casa. Nos reuníamos con cierta periodicidad; si la memoria no me falla, una vez a la semana, por lo menos. Ahí criticábamos los textos de los otros, previas lecturas, claro. No era una situación espontánea. Como estábamos en una etapa de aprendizaje grupal –el aprendizaje nunca termina, sino que se divide en ciclos–, el “criticado” recitaba sus textos, pues al escucharlos uno puede percatarse del tono y la intención de lo que se desea expresar. De esta manera, terminábamos de generarnos una opinión. Luego, señalábamos los aspectos que más nos habían gustado y los que considerábamos –respetando la estética que cada texto propusiera– se podían mejorar, trabajar.

Estas reuniones nunca tuvieron un afán de exclusividad. En el camino hubo varios amigos que se nos unieron como Francisco Izquierdo, Dante Ayllón, Martín Horna, y otros más. Los dos primeros publicaron en el sexto número de Sociedad Elefante.

La manada seguía su intrínseco ritmo de migración, hasta llevarnos a uno de esos desconocidos cementerios: el momento en el que cada uno toma su camino. Sin embargo, la amistad, el cariño y el respeto se mantienen intactos. Es más, han crecido con los años.





5.- Sé que hicieron varias publicaciones…
El grupo tuvo una vida corta pero intensa. Fueron dos años y medio, mediados del 2000 hasta terminar 2002, donde publicábamos cada dos meses el primer año. Comenzamos con una plaqueta, unos síxticos, que repartíamos gratuitamente. Los cincos primeros números nosotros mismos los pegábamos. Para celebrar el primer año, noviembre de 2001, la plaqueta engrosó, no solo por los invitados, sino que cambiamos el formato. Al año siguiente hubo un cambio, se impuso la necesidad de un cambio: de publicar uno o dos poemas o un cuento –Moisés, si bien escribe poesía, su hálito fuerte es la narrativa–, pasaríamos al primer intento de lograr una unidad organizada. Es así que cambiamos al formato de pequeños libros bifrontes de 32 pp., es decir, 16 pp. cada uno. El primero fue de Romy y Miguel, Vuelta alrededor del parque y Espejo de carbón; el segundo, de Lucho y Moisés, Escombros y Relatos para morir con los ojos abiertos; el tercero, de Diego Alonso y yo, Mitsuya Nicolás y otros poemas y En memoria. Así, estos libros dieron inicio a la disolución del grupo, de manera formal, porque seguíamos intercambiando los textos y frecuentándonos con la misma intensidad de siempre. La amistad era intocable. Era una separación necesaria, pues los proyectos personales comenzaban a marcar su paso. Además, separarnos era un paso más en ese continuo proceso de aprendizaje, como romper el cordón umbilical. Todo ciclo tiene un valor y un fin, y hay que saber encararlo.

En algún momento tentamos el sello editorial. El único que pudo terminar de manera sólida su proyecto en ese periodo fue Miguel Ángel con La voz de la manada. Los otros tardaríamos más tiempo en publicar y ya bajo otros sellos.

6.- ¿Cómo recuerdas los recitales de esos días, y cómo era la convivencia con otros poetas de diferentes universidades o grupos?
Haré una “falsa confesión”, pero sincera: ¿cómo pueden convivir chicos de veinte años donde la efervescencia de “lo poético” nos desvela, donde cada uno “es”? Sería poco sincero no decir que cada grupo mantenía su distancia con el otro. Había respeto, pero no sé si una amistad en toda su acepción. Manteníamos buenos lazos con Cieno de la Católica, y el Grupo Colmena de la Villarreal. A los de la de Lima no los conocíamos, más allá de un hola y un adiós, así como a los de la UPC. Pero como el tiempo siempre se encarga de colocar todo en su lugar, tengo una muy buena amistad con Pedro Favaron, Víctor Ruiz, Bruno Pólack, Mario Pera, y otros más. Serán las afinidades literarias y la forma de encarar la Literatura y pensar la Poesía como un modo de vida lo que nos identifica. Ello nos permitió acercarnos para conocernos como personas. Ahora, nuestra amistad sobrepasa esos límites iniciales.

Recuerdo la primera vez que Sociedad Elefante recitó. Sucedió hacia la tercera semana de abril de 2001. Estábamos muy nerviosos… por lo menos yo sí. ¿Quién vendría a vernos leer? Vaya gentil sorpresa, más allá de la familia, el auditorio de Letras estaba lleno. Qué sensación más fuerte ver a esas doscientas personas sentadas. Y al mismo tiempo, qué felicidad. Y así empezamos la vía crucis de estos eventos.

Luego, con la experiencia, nos dimos cuenta de lo aburridas que pueden llegar a ser estas curiosas manifestaciones. A veces invadidas por un espectro de solemnidad y de un protocolo como si fuese un evento trascendente y casi apocalíptico. Ni qué decir cuando estos duran más de una hora: ¡horror! Se vuelven un suplicio innecesario. Cualquier acto funerario es más entretenido. Y personalmente, me resulta insoportable cuando en los recitales un poeta habla de él mismo, de sus méritos altamente creativos, del origen de su originalidad, del porqué de sus poemas, y consideran que el público tiene que estar sentado el tiempo que su luminaria voz así lo sentencie.

En esos años grupales cometíamos errores, sobre todo en la excesiva prolongación de algunos eventos. Imagínate, éramos 6 ó 7 grupos con 6 integrantes a 7 minutos por persona… Me reservo el comentario. Pero fueron la oportunidad de acercarnos. Constituyen una primera y necesaria experiencia, para encontrarse.



Elefante político

7.- ¿Cómo viste, como joven poeta, la política peruana de inicio de siglo?
Esta pregunta es un paréntesis a la misma entrevista, por ello, te la contesto como tal:
(Mi condición de poeta es personal, íntima, y ella no determina mi acercamiento a la política. Así uno se declare apolítico, al pertenecer a una sociedad lo político no se puede rechazar. El marginal no es marginal sin sociedad, ojo. Somos ciudadanos, individuos, que vivimos en una sociedad. Insisto y reitero: sociedad. ¿Si no, dónde nuestros derechos? ¿Con qué razón reclamamos obligaciones, deberes, del Estado –así yo/uno no esté de acuerdo con esta institución–?

En mi caso, dado el apellido tengo que hacer una necesaria aclaración: este no ha decretado mi forma de pensar. Procuro educarme con el fin de tener una ética y moral solventes. Y ese es mi punto de partida antes de situarme a la izquierda de algún lugar.

Curiosamente, mi acercamiento a la poesía es político. Mi padre me daba a leer a Vallejo, Abril, Heraud y compañía, a los siete años. Todos poetas con un fuerte rasgo panfletario en lo social. Recuerdo que recitaba en voz alta los poemas de estos autores los domingos por la tarde. Es más, uno de los primeros libros que me regalaron se llamó Aprender jugando; libro donde los poemas fueron escritos por los líderes de la Revolución cubana. Lo inusual era que los textos no venían firmados, sino con las iniciales de los nombres y apellidos. Tenía que completar los espacios en blanco de los nombres. Me los sabía todos.


Vuelvo, recomienzo. No por ello he dejado de leer a Víctor Raúl ni a Mariátegui y compañía; por el contrario, les tengo mucho respeto y admiración, y a cada uno sus críticas respectivas, porque hay que intentar mirar con objetividad sus méritos, así como sus equivocaciones. Los dogmas o fanatismos no son parte de mi carácter. En lo personal, me acerco al anarquismo. Creo con sinceridad (e inocencia) en las personas. Indudablemente, creo en la utopía.


Continuo. Creo que la caída del régimen del dictador Fujimori y la vuelta a la democracia fueron determinantes para poder crear nuevamente con libertad, pues la opresión a la que eran sometidas las universidades y sus alumnos o toda manifestación artística resultó espantosa. En el caso de las universidades nacionales, hubo el condicionante de la intervención por el terrorismo, pero una vez limpiadas las instituciones este régimen se empoderó e intentó controlar todo y ahí un grave error por su parte. Las universidades se volvieron bastiones de resistencia contra la dictadura. Por ello insisto, la vuelta a la democracia constituye un factor importante para dar vía a distintos proyectos.

Puntualizo. Nos encontramos en una sociedad muy inmadura. El populismo aún cala y la gente espera un mesías o salvador, inexistentes. Vivimos en una sociedad donde todos esperan que el Estado les dé todo. Si hay lluvia es culpa del Estado, si hay huaycos, si hay fenómeno de El Niño… Disculpa la terminología judeocristiana, pero al Estado se le echa la “culpa”. Y claro, apenas uno puede cometer una criollada son todos los primeros en ser los más vivos. Si les sale mal: culpa del Estado. ¿Por qué no empezar pensando en las responsabilidades de uno y en lo que cada quien puede hacer por mejorar?

Retomo y finalizo. ¡Qué decepción es la política en el Perú! La mayoría de quienes ocupan cargos públicos es una tira de bandoleros, el triunfo de los eunucos mentales. Pocas son las excepciones. Lamento la falta de ética, de educación… son altísimamente corruptos, desleales, deshonestos, sin ningún principio. Hemos visto rasgarse las vestiduras a todos los de “izquierda” y de “derecha”. Un veletismo y vedetismo total. Creo en la necesidad de una revolución cultural –sin armas, eso más que obvio–, cuya base sea la educación, que considere la heterogeneidad de un país como el nuestro para integrarlo, respetando todas las culturas que en él habitan. La otra revolución será el día que gente honesta, proba, con principios inquebrantables, tome las riendas del país. Por ahora, sólo nos queda la condena a la esperanza. Alimentarnos del asco.)


8.- Fuiste miembro del comité editorial de la revista político cultural “Distancia crítica”, ¿cómo nació la idea, qué sentimientos impulsaron la empresa y con quienes la hiciste posible?
La experiencia de Distancia Crítica, al igual que Sociedad Elefante, es parte del proceso de aprendizaje y fue muy relevante para mí. Fui invitado a integrar el comité editorial. Así llegué. Pedro Favaron, el editor, me habló sobre el proyecto y me gustó. Congeniamos en ideas vitales y en las perspectivas que tenemos sobre el Perú. Ahí, tuve la inmensa fortuna de conocer a Mauricio Delfín, Jaime Oliver, José Aburto, Carlos García Montero, Ronald Vega y otras personas más. Todos estudiamos distintas carreras, hecho sumamente enriquecedor al momento de las reuniones y debates. Nos interesaba crear un medio alternativo, plural, que hablara no de lo coyuntural, sino problemas trascendentes a lo que es el Perú y el ser humano. Por ello al nombre de la revista lo acompaña el rótulo “aportes hacia una nueva conciencia social”. Intentamos aportar a la conciencia colectiva. No marcamos un rumbo ni pretendíamos una sola dirección. Procuramos abarcar todas las disciplinas. Nuestra propuesta era educar a la gente para que sepa contra qué se enfrenta en su día a día, en qué situaciones se ve implicada sin que lo sepan y que sean capaces de tomar sus decisiones, asumiendo las consecuencias de estas. Todos pensamos en la educación como el factor determinante para sacar al Perú adelante.

Fue una empresa saludable. Aunque en lo económico estaba destinaba a desparecer. Así rige el capitalismo y más aún en un país donde la cultura es un lujo. ¿Qué opinión puede generar un país donde los libros sean bienes de lujo y no los yates?

La revista nos permitió acercarnos a tantos lugares. Conocer el Perú fuera de la burbuja limeña, es más, conocer Lima fuera de sus muros clasistas y racistas. Lima Lurín, Lima Villa El Salvador, Lima Villa María del Triunfo, Lima Comas, Lima Los Olivos, Lima… La Lima que omite y execra buena parte de la caduca mentalidad aristocrática limeña. Y como la revista se repartía en varios lugares del Perú, en las otras provincias aparte de Lima provincia, conocimos aún más la realidad de nuestro país y de los problemas más profundos, pues teníamos colaboradores en todas partes. Además, fuimos invitados a dar charlas en varios lugares.

9.- ¿A cuántos números llegaron y como sentías que la recibía el público?
Dada la tarea impuesta, esta requería que nos reuniéramos todas las semanas, con hora fija de llegada, mas no de salida. Debatíamos cada texto, palabra por palabra. Así íbamos planeando número por número, de acuerdo a las colaboraciones que recibíamos y a algún tema sobre el que quisiéramos investigar.

Fueron cinco números (se encuentran en versión pdf en: http://www.realidadvisual.org/distancia/). El primero tuvo un tiraje de cuatro mil ejemplares y los otros, de seis mil. Se repartían gratuitamente. La recepción fue estupenda e impensada. Nos pedían más números en varios lugares. Y hasta ahora sigue viva su estela.



Tradición poética peruana




10.- Retomando tu labor como poeta, ¿en qué etapa de tu vida sentiste la necesidad de expresarte en poesía?
Como te comenté, desde niño me enseñaron “la política de la poesía”, por lo que mi necesidad –llamésmola educación sentimental– encontró muy tempranamente su lugar en esos primeros versos que leía, que aprehendía, y que con las pocas palabras que sabía comenzaba a intuir ese camino. Fue hacia los siete años ese inicio, pero ese es un titubeo, nada certero se puede decidir sino hasta que se opta por ese modo de vida. El momento de decirme “este es mi camino” habrá sido hacia los dieciséis años. De tal modo, establecí un compromiso conmigo mismo, que con el tiempo no deja de crecer. Es una búsqueda, un viaje inacabable, un silencio presente.

11.- ¿Cómo ves la tradición poética peruana, tan rica y talentosa pero, tan desconocida para muchos?
No lo digo con soberbia ni con el menor ánimo chauvinista, pero realmente es una pena que no se conozca la riquísima tradición poética peruana y, en general, toda su literatura. Te aseguro que quien la lea no la dejará nunca. Hay tantas voces mayores y potentes. Octavio Paz decía que para ser poeta tenías que leer la poesía mexicana, la chilena y la peruana. Estas tres le parecían fundamentales. Y vaya que razón tiene. Tenemos poesía en todos los registros, en cantidad y calidad. Es tierra de poetas sí o sí. Con toda seguridad es de las tradiciones más ricas en lengua castellana. Me apena que las condiciones socioeconómicas tengan tapados a varios vates. Quienes se atrevan a conocerla se llevarán una tremenda sorpresa.

12.- Esta pregunta quizá es un poco arbitrario, pero, ¿cuáles crees que son los “cuatro ases” de la poesía peruana?
No te puedo decir cuatro. Es que sería descabellado decirte sólo cuatro. Mencionaré algunos de los clásicos: González Prada, Valdelomar, Eguren, Vallejo, Moro, Adán, Westphalen, Oquendo de Amat, Churata, Eielson, Varela… Se me escapan varios nombres, pero te diré que a cualquiera de estos le sobra calidad.

13.- Actualmente a quiénes consideras como los abanderados de la poesía peruana…
Tengo un serio problema con la poesía contemporánea, y por ello prefiero no mencionar nombres. Además, el término “abanderado” me resulta escalofriante para calificar a algún poeta, aunque hay varios que les encantaría los llamen así. Con certeza puedo decir que hay buena poesía, sin lugar a dudas. Pero aún los mayores siguen, dada su trayectoria, en el teje y maneje de la situación. Sin embargo, diré sobre mis contemporáneos que habrá varios que destacarán en breve, si es que no destacan ya.



Sobre Nocturno del Alba


14.- Tu libro Nocturno del Alba es un libro corto pero intenso, donde confluyen muchas voces; por ejemplo, quería que nos comentes, en la segunda parte titulada (segunda escisión), la voz es la de una naturaleza golpeada por la mano del hombre, y el modo de versificar me recuerda el estilo que se le ha dado a lo indígena en la llamada literatura indigenista…
No me encuentro en la capacidad de juzgar mi estilo; pero, tal vez, sí de explicar lo que me motiva.

Sobre tu pregunta, te diré que creo en lo sagrado de la Pachamama. Creo en la relación armoniosa entre hombre y la madre tierra. La palabra huérfano para la gente de la sierra no sólo significa quedarse sin padre o madre, sino quedarse sin tierra, sin la madre que los alimenta y a la que ellos rinden tributo. Me resulta imposible no decir que el hombre en su afán de progreso ha destruido todos los recursos. Qué afán más miserable el del hombre por controlar todo y quitar y poner a su gusto. A la madre tierra se le tiene que respetar. Es como respetar a un ser humano que uno ama.

15.- Luego, la clave de este intenso recorrido que es Nocturno del Alba se da en un verso del único poema de la primera parte titulada (primera escisión): “despojarme del verbo”…
La poesía siempre me conduce al silencio. El silencio es uno de los tantos misterios que envuelven a la poesía.

Despojarme del verbo puede tener muchas connotaciones. Yo no veo a la poesía como un trampolín intelectual ni como un método de ascensión social. Si de esta me tengo que desprender, despojar, para ser mejor persona, pues bienvenido sea. Intento la humanidad.

16.- Son las dos preguntas anteriores la antesala para la tercera parte del libro “ojo ancilar”, la parte quizá más complicada de interpretar y la más arriesgada, ¿la poesía es idea o sonido?
Por momentos me sucede un agotamiento del lenguaje. Mas no de ganas de expresarme. Desde el silencio, la contemplación, la mudez ensordecedora de vivir con uno mismo, la búsqueda en las lecturas, el día a día… Me resulta imposible definir qué es la poesía, pero desde mi perspectiva esta combina muchos aspectos, por lo que no será idea o sonido, sino idea y sonido, una de las tantas formas en las que se puede manifestar.

17.- ¿Es este primer poema de la tercera parte del libro una explosión, una queja contra el lenguaje del ser humano devastador de la naturaleza, un regreso a lo primigenio o la naturaleza misma?
Volveré sobre mis palabras: silencio. El susurro en el oído. Uno recuerda muchas veces por el sonido, así aparecen las palabras. Así, a veces, son dictadas. Y se escapan nuevamente al silencio, para pervivir en él.


18.- en la cuarta parte del libro titulada “(anónimo)” el lenguaje recobra lirismo, como un poeta que a sufrido por la transformación, por algunas escisiones; incluso apreciamos un poema casi en prosa...
¿Acaso cuando nos levantamos somos los mismos todos los días? ¿La desnudez es la misma siempre?

19.- Es contundente el último poema de esta cuarta parte, donde se puede apreciar el cuerpo del poeta yacido y arriba un ave sobrevolándolo con sus ojos…
Rimbaud decía “Yo soy otro”. Hay que intentar saberse, ser capaz de mirarse desde afuera: ver.

20.- En la quinta parte del libro titulada (término) se perfila la esperanza, ¿es eso Nocturno del Alba?
Diría que no es exactamente esperanzador, sino vital. La muerte es vital. El amor es vital.










No hay comentarios:

Publicar un comentario